BARRIADA MINERA DE TIERRA Y CARBÓN.
Resumen
El norte de la provincia castellana de Palencia, en la mitad septentrional de la Meseta Superior española, es rico en minas de carbón. Desde el occidente, donde se encuentran los yacimientos de antracita, hasta el oriente, donde están los depósitos de hullas, toda la franja superior de esta provincia conoció un gran impulso minero como consecuencia de las dos Guerras Mundiales que afectaron a Europa, a la que suministraban mercancías variadas los países no beligerantes. Además, la autarquía a la que se vio sometida España tras el aislamiento internacional impuesto al gobierno del General Franco, también favoreció la continuidad de la minería española que empleaba a gran número de trabajadores para la extracción, casi totalmente manual, de los diferentes minerales. La necesidad de proporcionar un hogar a esta enorme masa obrera era apremiante incluso para un país empobrecido como era España en la década de los 40. La belleza de los parajes mineros es notable, entre bosques caducifolios, principalmente, en las estribaciones de la Cordillera Cantábrica. En febrero de 1947 el arquitecto palentino Cándido García Germán recibe el encargo de redactar un proyecto para construir 24 viviendas destinadas a los mineros de Barruelo de Santullán. Sea porque la Compañía propietaria de las minas consideró que era un número insuficiente o bien porque el arquitecto así se lo hiciera ver, lo siguiente que encontramos es, en el mes de diciembre de 1947, ya en colaboración con otro arquitecto y amigo, Antonio Font de Bedoya, un nuevo proyecto para realizar ahora toda una barriada minera de 226 viviendas. En la Memoria del proyecto inicial se ven anotaciones del segundo arquitecto corrigiendo o sugiriendo cuestiones. En sus líneas ya podemos leer que las viviendas aunarán solidez y aislamiento del medio ambiente, asunto en el que insistirán siempre los dos arquitectos que conocen bien los helados inviernos de la montaña palentina. Realizar esta barriada no era fácil. Es una zona a la que se accedía por carreteras que estaban muchos meses cubiertas de nieve. Los destinatarios eran personas de muy bajo poder adquisitivo y las viviendas tenían que colocarse en un maravilloso paraje que convenía recuperar y preservar, y que en ese momento se encontraba destrozado por los restos de las minas. Se optó por colocar los bloques de modo escalonado y realizarlos de manera que tuvieran sólo dos plantas y ofrecieran sus fachadas a la orientación más soleada. El centro del poblado se destinó a plaza porticada, con tiendas, plaza que serviría para enmarcar, como un pedestal, la zona más alta donde se ubicaría después un templo y un edifico para uso cultural. Intentando solucionar el problema de los residuos mineros y evitar gastos a los futuros usuarios, ensayaron la realización de muros empleando los desechos que ahogaban el entorno de la barriada. Con una mezcla de cal, arcilla, algo de cemento y carbón fueron llenando tapiales hasta dar con el tamaño más conveniente del molde y la mezcla más sólida. Con esa misma masa se realizaron también unos adobes que se utilizaron para las separaciones interiores. Ambos arquitectos conocían bien los textos de los grandes constructores que explican cómo aprovechar los restos de derribos u otros desechos para conseguir material constructivo.